martes, 21 de septiembre de 2010

Práctica 2 de Fotoperiodismo: mercado










Según el Diccionario de la Real Academia Española, un mercado es un sitio público destinado permanentemente, o en días señalados, para vender, comprar o permutar bienes y servicios. Y el mercado público de Pamplona cumple los requisitos a la perfección. Se trata de un mercado sencillo, humilde y de aquellos en los que las personas se pasan todos los días para hacer la compra diaria. Realmente, lo primero que se podría pensar es que es un mercado que no tiene nada de especial, y es que a primera vista no lo tiene. Hay que buscar el encanto del mercado paseándose por sus largos pasillos, entre sus 45 establecimientos de diferentes productos. Pescado, frutas y verduras, carne... ¡hasta hay dos puestos dedicados únicamente a la venta de huevos y de flores!

Con la cámara al cuello, empiezo a dar vueltas por los puestos y fotografiando pequeños detalles, que es precisamente lo que hace tan especial el mercado. Los peces parecen sonreír a la cámara, o mirarme con cara de enfadado alguno que otro. Opto por acercarme a los puestos de carne, donde las simpáticas personas de tercera edad que están comprando se sorprenden por verme fotografiando todo lo que veo. Incluso se atreven a preguntarme: "¿Pero qué haces con una cámara tan grande aquí, chico?". Yo, de manera considerada, les doy conversación: "Estoy haciendo una práctica de fotografía. Estudio Periodismo en la Universidad". Ante la respuesta, me sonríen y me instan a que fotografíe a los chorizos y los lomos que cuelgan delante del mostrador. Es evidente que a las ancianas es fácil sacarlas conversación.

Otra de las cosas más llamativas de este mercado es la simpatía de todas las personas que se encuentran en él. Como si los enormes ventanales que iluminan la gran habitación hicieran que todo el mundo se encuntre de buen humor, todas las personas hablan entre sí para comentar la calidad de los productos, o el buen día que hace, o mismamente lo caro o barato que están la carne y el pescado.

Una vez más, me acerco a otro puesto en el que algunas personas se me quedan observando al ver mi cámara, pero en esta ocasión no me dicen nada. Quizá estén demasiado ocupados pidiéndole al tendero el pescado que buscan. Todos los pescados son frescos, o desde luego lo parecen. Aún así, nunca me gustó el olor a mar.

Finalmente me alejo del mercado con una idea muy clara: lo mejor de ir al mercado y hacer fotos es hacerlo fijándose en sus detalles y su sencillez.

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